Pase contundente de Panamá al Mundial 2026


La euforia y la ansiedad se mezclaban en una noche que definía el futuro de Panamá en el camino hacia el Mundial. Lo que ocurrió parecía escrito por los dioses del fútbol. Dos partidos, cuatro selecciones y un mismo anhelo: conseguir el boleto que llevara a uno de ellos a la máxima cita del deporte. Panamá dependía de sí misma, pero también de que en el otro frente los planetas se alinearan. Y así ocurrió.

En un Estadio Rommel Fernández abarrotado por la Marea Roja, la Sele saltó al campo con la determinación de un equipo que sabía que el sueño estaba al alcance. Tres goles contundentes frente a El Salvador colocaron a Panamá en la posición deseada, instalando esperanza, cálculo y adrenalina en cada minuto que corría. Pero todavía faltaba lo impensable: que el otro partido favoreciera el sueño panameño.

En el otro extremo del mapa futbolístico regional, Surinam, líder del Grupo A, veía cómo su destino se complicaba ante una Guatemala que puso el marcador 3-1 a favor de los chapines. Un equipo sin opciones clasificatorias, pero decidido a jugar el partido del honor. Ese resultado obligó a Surinam a un repechaje con Jamaica y, al mismo tiempo, abrió la puerta dorada para los panameños.

El país entero contuvo la respiración. Y cuando finalmente se confirmó la clasificación, el estallido fue total. Por segunda vez en la historia, Panamá aseguró su presencia en un Mundial de Fútbol.

Celebración en rojo y blanco

Las calles de la ciudad se transformaron en un carnaval espontáneo. En Calle 50, la marea humana y vehicular tomó por completo la vía. Banderas ondeando, bocinas sin descanso, lágrimas, abrazos, bailes improvisados y el grito unísono de “¡Vamos Panamá!”. Artistas como Sech y El Tachi se unieron a la fiesta nacional, haciendo vibrar a miles de panameños orgullosos, con la autorización del alcalde de la capital, Mayer Mizrachi.

Todo un país celebraba. La emoción era total. Ni la prudencia expresada por el presidente José Raúl Mulino —“Celebremos en paz, todos unidos… El orgullo nacional permite flexibilidad. ¡Viva Panamá! ¡Viva la Sele!
— logró controlar la ola de júbilo que recorría el país. Incluso los propios jugadores, todavía empapados de sudor y gloria, pidieron públicamente un día libre para que los panameños siguieran festejando.

Y aunque la respuesta no fue la que muchos esperaban, nada arrebató la felicidad de un pueblo que sentía haber conquistado un capítulo más de su historia futbolística. Porque lo conseguido no fue un regalo: fue el resultado de goles, entrega, destino y una pasión que rebasa estadios.

Un país que vuelve a creer

Panamá vuelve a un Mundial. Vuelve a soñar. Vuelve a sentir esa emoción incomparable que solo el fútbol es capaz de encender. La noche en que los astros se alinearon, los panameños demostraron que la fe, la perseverancia y la unión pueden mover masas… y también clasificaciones.

El camino hacia 2026 comienza con el corazón latiendo fuerte y la bandera ondeando más alto que nunca. Panamá está lista para escribir una nueva página en el gran libro del fútbol.

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